Homenaje

En memoria de todas aquellas escritoras que, en silencio, tomaban pluma y papel para expresar todos los sentimientos que llevaban dentro. Algunas tuvieron el reconocimiento merecido, otras, se perdieron tras su anonimato. Nos quedan sus obras para descubrir que construyeron un mundo nuevo. Era el inicio de algo, que sin ser conscientes, iba a perdurar hasta nuestros días. Deseos de libertad, sentimientos encontrados, amores imposibles marcarán sus vidas. Desde finales del siglo XIX hasta mediados del siglo XX, una trayectoria apasionante e inolvidable.

lunes, 15 de agosto de 2011

Un libro. El libro y yo



                 A lo largo del viaje al que llamamos vida, siempre me ha acompañado un libro. En la primera parada descubrí un mágico mundo que siempre he llevado impreso en la memoria, en el alma.
Desde mi infancia, se despertó en mí el gusto por la lectura, parte de culpa la tiene el ver día tras día a nuestro padre estudiar y leer. Me llamaba la atención cómo era capaz de permanecer en el mismo lugar sin sentir la necesidad de levantarse para descansar. Pero, lo que más me sorprendía era que, armado de una gran paciencia, siempre saciaba mi hambrienta curiosidad, tenía respuestas para todo. Por entonces me refugiaba en él y lo tomé como modelo. Me encantaba sentarme en su regazo a escucharle, era mi momento. Cuando estaba en casa corría a su encuentro pues me agradaba compartir con él mis juegos, mis inquietudes y dudas. El tiempo pasó y me alejó, bueno, en realidad fui yo misma. Aquel día, después de tantos años, sentí que el tiempo no había transcurrido, no hizo falta hablarle para que entendiera lo que sucedió. Me conocía bastante y sabía que aunque lucharía hasta el final renunciaría a sentirme cautiva, pues ¿qué es la vida sin libertad?

            Sin embargo, en este despertar, también ocupa un lugar especial entre mis recuerdos, mi antiguo colegio de Educación General Básica. Un centro femenino, dirigido por religiosas dedicadas en cuerpo y alma, entre otras cosas, a la oración y a actividades educativas. Este centro sería fundamental para mí y mi imaginativa mente. Me marcaría para siempre: en él me aficioné a la lectura. Mi colegio no era grande, de cada curso sólo éramos un grupo, pero eso sí, formado en su totalidad por chicas. Desde el principio comencé a destacar, tal vez llevada por la inquietud y la curiosidad. Día tras día, observaba cómo en él existían dos zonas bien diferenciadas. Una pública, dedicada a las actividades escolares, por la que transitábamos; y otra, totalmente privada, prohibida para todas. Era esta zona la que más me llamaba la atención. A veces, en el aula, mientras la monja nos hablaba de rezos, oraciones y mandamientos, mi mente volaba hacia la puerta que nunca se abría y que daba acceso a la zona privada. ¿Qué habría detrás?

             Un día lo descubrí. La afición por los animales y seres vivos en general, me llevó a ella. Dedicaba parte de mi tiempo libre, a la crianza del bombyx mori (gusano de seda). Me sentía responsable, a pesar de mi corta edad, de mi caja de zapatos, año tras año los cuidaba. Pero esa vez todo fue diferente, desaparecieron. Aunque aún no lo he llegado a descubrir, creo que fue mamá la que me separó de ellos. En el colegio, supe que Sor Corpus, nos impartía Naturaleza, también se dedicaba a esta actividad, y se ofreció a regalarnos, a algunas compañeras y a mí, unos ejemplares.
Tras seguir en silencio sus pasos, en seguida comprendimos que íbamos a acceder a la zona prohibida. Subimos las empinadas escaleras de madera que brillaban por el reflejo
de nuestros ojos abiertos como platos. No nos lo creíamos.  Por un largo pasillo que recorría todo el patio llegamos al final, allí estaba la Biblioteca. Nunca había entrado en un lugar así, me sorprendió ver cómo una gran y alta sala estaba colmada de libros y libros ordenados en grandes vitrinas. Una larga mesa llena de sillas tapizadas presidía el centro de la sala. Al principio pensé que en ese lugar sólo se celebraban reuniones con los padres o algo así. Me dejé llevar expectante, y aunque era muy pequeña para entender qué se podía hacer allí, pronto me hice partícipe de la actividad futura de la sala.

            Años después, convencimos a las profesoras (alguna había) y religiosas, de que sería bueno que funcionara el servicio de préstamo de libros, pues sólo se conformaban  con traernos al aula libros una vez por semana para desarrollar la competencia lectora. Para mí no era suficiente, y más, después de saber lo que escondían las paredes. Poco a poco me convertí en una devoradora, leía literatura infantil, me encantaba. Al final, lo logramos, conseguimos poner en funcionamiento la Biblioteca  pero sólo para el servicio de préstamo. Esa zona seguía estando prohibida, por tanto, nadie que no estuviera bajo el control de una monja o profesora podía permanecer allí. Lo habíamos conseguido, habíamos descubierto qué había en esa zona prohibida. Con el paso de los años lo entendí.

            En casa lo percibieron muy pronto, por eso, cada vez que tenían una oportunidad (Reyes Magos, cumpleaños…) hacían mis deseos realidad. Cada regalo iba acompañado por otro más pequeño de tamaño, pero para mí era mucho más grande. Siempre estaba presente un libro.
Me aficioné tempranamente a las lecturas infantiles y cuentos populares, pero me duró poco. Me encantaba la Serie Azul de Barco de Vapor, aún recuerdo algunos títulos. Sin embargo, descubrí que los libros que regalaban a mi hermano, los juveniles, eran mucho más interesantes. Él los dejaba abandonados a su suerte por toda la casa sin dedicarles un mínimo de atención. Los repudiaba y los condenaba a muerte, es decir, a las garras de “Nisi”, nuestro gato, el único mamífero, que por casualidad nos dejaban tener. Con paciencia, a veces más que el de la tierra de Uz, yo los recogía. En la habitación de juegos los restauraba hasta que quedaban como nuevos y, después, acababa leyéndolos. A veces eran difíciles de entender, imagino que sería problema del corto número de primaveras que por entonces tenía la que narra.

            A medida que el tiempo pasaba y yo cambiaba, también evolucionaron mis sentidos. Desarrollé una habilidad relacionada con el sentido del olfato tal vez, en mi opinión, como consecuencia de la miopía que se iba apoderando de mí progresivamente y mermaba mis facultades visuales. Lo primero que me atraía de un libro era su aroma. Esa fragancia a tinta, papel, pegamentos, a nuevo, en definitiva.  Una emanación totalmente distinta a la que podía percibir cada vez que alguien me prestaba un libro o cada vez que me servía de la Biblioteca Escolar para satisfacer mis necesidades intelectuales. Libro que caía en mis manos, libro que necesitaba comprar. Aún hoy sigue siendo toda una ceremonia perceptiva: lo olfateo, después lo acaricio y, por último, lo hojeo observando sus características. Desde entonces  siempre es lo mismo  cuando visito alguna librería. No sólo se despiertan mis sentidos sino que creo renacer. Es algo que invade mi ser y que llega hasta lo más profundo de mi memoria, algo que me hace sentir bien, libre.

            Con la mocedad llegaron los cambios, los descubrimientos. Buscaba respuestas. Supe que todo estaba en los libros, incluso el amor, tema casi exclusivo en la mente de una adolescente. Disfrutaba del estudio, pero más  lo hacía cuando en mi soledad buscaba un momento para leer todo lo que me interesaba. Intentaba encontrar soluciones, satisfacía mis curiosidades.

            Aunque tardó poco, llevaba años esperándola, por fin la conocí. Mi curiosidad aumentaba a medida que las clases de Literatura de Escritoras Italianas del siglo XX  iban avanzando. Quería saberlo y conocerlo todo de ella.
Supe que escribía con pseudónimo, cosa que me fascinó, firmaba como Sibilla Aleramo. Escuchaba con interés su biografía, sus obras, pero sentía la necesidad de leerla, de ser su cómplice. No esperé más, comencé mi andadura y la elegí mi guía. Al principio me sentía un tanto desconcertada, aún no la podía comprender pues todavía no sentía como ella, sin embargo, con el paso del tiempo he llegado a preguntarme si no estaría haciendo uso del significado de su nombre con espíritu profético. ¿Me vaticinaba algo? ¡Qué sabia era!

            Al acabar la Universidad todo fue diferente, mi vida se alteró y, de repente, el tiempo se detuvo. Me alejé de todo lo que para mí era importante para seguir solo a una persona que nunca mereció mi sufrimiento. Olvidé mis sueños, mis deseos, mis pasiones, me olvidé de mí, me olvidé de vivir, como dice la canción. Sin embargo, jamás me olvide de Él, del libro, mi libro: Una donna de Sibilla Aleramo. Entonces fui
capaz de comprenderla, ya podía llegar a ella, a sus sentimientos e ideas, a su lucha. La lectura me sirvió para curar las heridas del alma, como escribió el poeta, “llegó con tres heridas: la del amor, la de la muerte, la de la vida”. Aprendí que un libro servía para olvidar. Fue entonces el gran protagonista de mi vida, se convirtió en panacea de mis males. Comprendí el poder que ejercía sobre mí pues mi estado de ánimo evolucionaba cada vez que leía.  

Sin saberlo, Sibilla, con sus experiencias, me vaticinó lo que luego me sucedería  aunque en ese momento me resistía a creerla por la crueldad de las acciones. En los largos momentos de soledad,  me refugiaba en ellos, conseguía evadirme pero sabía que la realidad era otra. Entendía que ese estado de bienestar era temporal y que pronto sería enturbiado. Me encontraba perdida, sin rumbo. Intentaba imitar a Teseo pero no sabía  qué camino escoger del laberinto que me llevara al lugar correcto. Sin embargo, lo único que sí tenía claro eran mis convicciones. Siempre he sabido porqué luchar, aunque a veces la niebla era tan espesa que no me permitía ver más allá del momento que estaba viviendo, o sufriendo, mejor dicho. El entusiasmo al pensar que siempre sale el sol me inundaba pero, sobre todo, me hacía sentir bien el saber que no estaba sola en el mundo. Para sentirlo, me escapaba de aquella prisión, sólo un libro y mis pensamientos eran mis únicos acompañantes. Tomé por costumbre el sentarme en alguna terraza soleada cerca de donde habitaba o marcharme a la orilla del mar, allí veía el mundo. Alternando con la lectura,  observaba a la gente, sus gestos, sus actos.
Mientras veía la vida escuchaba sus palabras a lo lejos. Así me fui haciendo fuerte hasta que mis fuerzas fueron mayores y zarpé sin volver la cabeza atrás.
Recobraba fuerzas leyendo libros cuyo principal tema era siempre la mujer, su lucha marginal. Pero lo que más me interesaba era llegar al origen de la cuestión. Descubrir cuándo y cómo surgió su cruzada. Primero en Italia, puesto que mi heroína así me lo pedía, pero después, mis lecturas se centraron en España. Poco a poco fui empapándome de textos filosóficos y políticos. Me interesaba el ser humano, el débil, el que sufre, el marginal…Penetré en un universo que me ofrecía un gran abanico de posibilidades de proyección, quise y quiero formar parte de él para sentirme viva.

            Años después, con la madurez, cuando ya todo ha pasado y en mí ha triunfado la libertad, regresé a Ella, a mi gurú. Advertí que mi situación no había sido distinta a tantas otras sin nombre, pero ella me había enseñado muchas cosas sin apenas intuirlo.  Una Donna fue mi renacer. Marcó un antes y un después convirtiéndose en símbolo, en ejemplo a seguir. Considero que estoy en deuda con Ella, pues ha sido como una estrella llena de luz que ha brillado en mi camino, siempre ha estado ahí, presenciándolo todo. Le debo tanto… Me gustaría dedicar mi existencia a conocerla, a aprender de ella. Es una forma de agradecimiento, se lo debo y, opino que todas se lo debemos. Nos ha enseñado mucho: a luchar, a ser escuchadas, pero, sobre todo, a sentirnos mujeres.

sábado, 19 de febrero de 2011

Dino Campana per Sibilla Aleramo, In un momento

Sibilla Aleramo y UNA DONNA

A principios del siglo XX, en 1906, ve la luz una novela que marcará en Italia el inicio de un movimiento que perdurará hasta nuestros días: el feminismo. Una donna será la obra que consagrará a Rina Faccio como escritora dentro del Novecentismo italiano.
La novela será el punto de inflexión en su vida, una vida marcada por la búsqueda de libertad, el reconocimiento y la desesperación. Sus vivencias personales son reflejadas como en un espejo convirtiéndose así en una obra autobiográfica. Pero quizás, lo que más llama la atención es el recibimiento que se le dio a la novela. Tras ser publicada se tradujo a muchas lenguas, en España fue en 1907 pero tuvieron que pasar muchos años para que volviera a ser publicada ya en 1976.
Aunque Sibilla Aleramo, pseudónimo que adoptó tras la publicación de la obra pues fue el renacer de una nueva mujer, ya había escrito colaborando en periódicos y revistas de Italia, hasta mediados de siglo no obtuvo reconocimiento internacionalmente. La obra significó una renovación no sólo para ella sino para la sociedad del momento, una sociedad donde la mujer estaba relegada fuera de la cultura y alejada de todo contacto intelectual.
Una donna se convirtió en un símbolo para la propia autora ya que en la obra observamos cómo ella misma evoluciona y gracias a esa evolución es capaz de tomar las decisiones más difíciles y duras de su vida. Será ejemplo de superación personal pues salvará todos los obstáculos impuestos por una sociedad de la cual ella misma quería huir, una sociedad llena de convencionalismos y tradiciones donde no se daban cabida a los sentimientos. Será ese sentimiento fuerte el que estará presente hasta el final de sus días y que dirigirá su vida y su obra.
La novela, autobiografía existencial de la autora, cuenta el inicio de una vida de matrimonio después de la experiencia traumática del abuso sexual. La protagonista,  después de haber vivido la vejación y el insulto, se centrará en el logro de un crecimiento existencial heroico; proceso que la lleva a convertirse en escritora y en una verdadera mujer. El nacimiento de la nueva mujer, conlleva, sin embargo, la pérdida de su hijo, quién según la legislación de entonces, debía quedar únicamente en manos del padre.
Cuando se habla de “novela autobiográfica” hay que tener en cuenta que con esta etiqueta englobamos tanto los géneros codificados por la tradición literaria (memorias, autobiografías, confesiones), como los géneros que han gozado de menos consideración (cartas, diarios, cuadernos de apuntes), y también muchos otros textos que sus rasgos no coinciden con lo que el canon establece. En Sibilla Aleramo el intercambio de papeles entre persona y personaje, o mejor, la voluntad de borrar los límites entre el texto y la vida, responde a una elección estética cultural y personal. No hay que olvidar que fundir vida y literatura era uno de los objetivos de la vanguardia italiana de principios de siglo XX.
   Es un texto dotado de un elevado poder interpretativo que se ve  incrementado cuando pretendemos desenterrar la voz de la mujer, silenciada históricamente, con el propósito de reconstruir su identidad a lo largo del tiempo. Debemos leer entre líneas, reconsiderar el valor de las cosas dichas para comprender las dimensiones reales de una identidad silenciada y marginal.

Sibilla Aleramo

Ma sì, sempre
Sento che sorrido,
intenerita,
c’è pudore e c’è grazia puerile
in questo che m’investe,
sola,
tremore improvviso,
oh luce tra le rame gemmate,
sera che avvicini la primavera,
sento che sorrido,
intenerita,
così tersa così lieve e presente
la vita,
con un suo senso anch’essa di casto bene,
ridente,
di un’ora che torna, torna, ma sì, sempre
di un’ora sospesa,
oh nuova!